Era una tarde de invierno en la que dos amigos regresaban a casa después de un largo día de trabajo. Iban contándose las batallitas del fin de semana anterior cuando, de repente, en el suelo, justo delante de ellos apareció un resplandor entre la nieve. Sorprendidos pero con curiosidad, se acercaron a ver de que se trataba. Uno de ellos se agachó y removió la nieve. Descubrió que era un reloj. Pero no un reloj cualquiera, era maravilloso, adornado con todo tipo de piedras preciosas, incluso algunas que no conocían. Lo único raro que tenía es que no daba la hora, sino que sólo daba una cuenta atrás y empezó desde doce horas, aunque fue algo que no les importó. Uno de ellos decidió ponérselo. Se sentía un rey. El otro amigo sentía algo que le daba mala espina aunque no quiso decir nada.
Se despidieron en la puerta de uno de ellos.
A la mañana siguiente, cuando habían quedado a tomar algo, en la casa del chico del reloj se acumulaba mucha gente. Su amigo corrió hacia el lugar a averiguar que pasaba. Su amigo había muerto. Lo único que se había encontrado junto a él era aquel reloj tan maravilloso, aunque esta vez la cuenta estaba en cero.
Bueno, quiero dejar aqui esta historia, si se que puede parecer algo inconclusa, pero mi reloj ya marca 10, 9, 8, 7, ..... Te espero, aprovecha tus segundos, el reloj corre.
Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte.-
Leonardo Da Vinci (1452-1519) Pintor, escultor e inventor italiano.