En este relato se narra la historia de un señor de avanzada edad, empresario, a punto de jubilarse, cuyo nombre quiero dejar apartado ya que no es relevante.
Todos los días sale de casa temprano y va a trabajar, si se puede llamar de esa forma. Este señor se ha ganado la vida ordenando a personas y tratándolos como animales, sin importarle sus sentimientos y con la única finalidad de acrecentar su nombre disfrutando al mismo tiempo de ello. Esto le hecía feliz, tenía todo lo que es capaz de comprarse con dinero, excepto una familia. El no le daba importancia, era feliz con lo que hacía y con lo que tenía, pensaba que la familia le sobraba. Se pasaba los días viendo como sus trabajadores le hacían más ricos mientras a ellos les costaba llegar a fin de mes.
Un día como otro cualquiera se dirigía de casa al trabajo. Al llegar allí le comunicaron una noticia tan grave para él que le llegó a afectar hasta físicamente, porque casi le da un infarto. La empresa se había quedado en la ruina.
Se había quedado sin nada y, sobre todo, solo.
Sus empleados tuvieron suerte gracias a sus ahorros y a sus inversiones y lograron salir adelante.
Este señor huraño se quedó si nada, en la calle, aunque lo que más hecho de menos no fue el dinero, nada de eso, sino una persona que lo acogiese cariñosamente y le mostrase apoyo. Pero claro, la avaricia no hace amigos, crea enemigos. La vida le dió una gran lección de la que por supuesto aprendió. Empezó de nuevo, consiguió un nuevo trabajo, y logró conocer en él a la que sería la persona más importante de su vida.
"El mal no está en tener faltas, sino en no tratar de enmendarlas."- Confucio (filósofo chino)
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